lunes, 18 de junio de 2007

RUDYARD KIPLING Así fue como la ballena se hizo con su garganta

Escritor inglés. Novelista inglés laureado con el Premio Nobel. Kipling escribió novelas, poemas y relatos ambientados principalmente en la India y Birmania durante la época de gobierno británico. Nació el 30 de diciembre de 1865 en Bombay (India) y a la edad de 6 años lo enviaron a estudiar a Inglaterra. Pasó cinco años en un hogar social de Southsea, experiencia detestable que describe en su relato 'La oveja negra'. Regresó a la India en 1882 y a partir de ese momento trabajó para la Civil and Military Gazette de Lahore hasta 1889, en calidad de editor y escritor de relatos. Más tarde publicó Cancioncillas del departamento (1886), una serie de versos satíricos sobre la vida civil y militar en los cuarteles de la India colonial, así como una colección de sus relatos escritos para la prensa recopilados en Cuentos de las colinas (1887). Su fama literaria se consolidó con seis historias sobre la vida de los ingleses en la India, publicadas entre 1888 y 1889, que revelaban su profunda identificación con las gentes y el paisaje de su país. Posteriormente viajó por Asia y Estados Unidos, donde contrajo matrimonio con Caroline Balestier en 1892 y vivió durante un breve periodo en Vermont. En 1903, se estableció en Inglaterra. Kipling fue un escritor prolífico y popular. En 1907 obtuvo el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer autor inglés merecedor de este galardón. Kipling figura entre los principales escritores de relatos ingleses. Como poeta destaca por sus versos escritos en la jerga habitual de los soldados británicos. Su literatura gira siempre en torno a tres ejes: el patriotismo, el deber de los ingleses de llevar una vida de intensa actividad y el destino de Inglaterra, llamada a ser un gran imperio. Su insistencia en este último aspecto era sin duda un eco del pasado victoriano y perjudicó gravemente su reputación como escritor en los años posteriores a la I Guerra Mundial.


Así fue como la ballena se hizo con su garganta




Había una vez, mi niño querido, una ballena que vivía en el mar y comía peces. Comía
lubinas y sardinas, salmones y camarones, cangrejos y abadejos, a los meros y a sus
compañeros, comía jureles y verdeles y hasta a la en verdad retorcida y escurridiza anguila se
comía. A todos los peces que en el mar podía encontrar se los comía con la boca -¡así! Hasta
que al fin sólo quedó en el mar un pececillo, y era un pececillo astuto que nadaba un poco por
detrás de la oreja derecha de la ballena para no correr peligro. Entonces la ballena se irguió
sobre su cola y dijo:
-Tengo hambre.
Y el astuto pececillo dijo con astuta vocecita:
-Noble y generoso cetáceo, ¿has probado hombre alguna vez?
-No -respondió la ballena-. ¿A qué sabe?
-Rico -dijo el pececito astuto-. Está bueno, aunque correoso.
-Entonces tráeme algunos -dijo la ballena, y de un coletazo levantó una montaña de espuma.
-Con uno cada vez es bastante -dijo el pez astuto-. Si nadas hasta la latitud de Cincuenta
Norte y la longitud de Cuarenta Oeste -es mágica- encontrarás, sentado sobre una balsa, en
medio del mar, llevando sólo unos pantalones de lona azul, unos tirantes -no has de olvidar
los tirantes, mi niño querido- y una navaja, a un marinero náufrago, que, he de prevenirte, es
hombre de sagacidad y recursos infinitos.
Éste es el dibujo de la ballena tragándose al marinero con su sagacidad y recursos
infinitos, y la balsa y la navaja y los tirantes, que no debemos olvidar. Esas cosas con
botones son los tirantes del marinero y junto a ellos puedes ver la navaja. Está sentado
sobre la balsa que se ha inclinado de lado y por eso casi no la ves. Esa cosa blanca junto a
la mano izquierda del marinero es un trozo de madera con el que estaba tratando de
dirigir la balsa cuando llegó la ballena. El trozo de madera se llama la mandíbula-dearpón.
El marinero lo dejó fuera cuando entró. La ballena se llamaba Smiler y el marinero
el señor Henry Albert Bivvens, AB (que quiere decir marinero de primera clase). El
pececillo astuto está escondido debajo de la barriga de la ballena, de no ser así lo habría
dibujado. La razón por la que el mar tiene aspecto ondulado-espumoso es que la ballena
se lo está metiendo todo en la boca para arrastrar adentro al señor Henry Albert Bivvens,
a la balsa, a la navaja y a los tirantes. No debes olvidar nunca los tirantes.

Así que la ballena nadó y nadó, tan deprisa como pudo, hasta la latitud Cincuenta Norte y
longitud Cuarenta Oeste, y sobre una balsa, en medio del mar, llevando sólo unos pantalones
de lona azul, unos tirantes -has de recordar especialmente los tirantes, mi niño querido- y una
navaja, vio a un marinero solo, náufrago y solitario que, con los dedos de los pies, iba haciendo
surcos en el agua. (Tenía permiso de su mamá para ir a remar, o si no jamás lo habría
hecho, porque era un hombre de sagacidad y recursos infinitos).
Entonces la ballena abrió la boca más y más y más atrás hasta casi tocar la cola, y se tragó al
marinero náufrago, y la balsa sobre la que estaba sentado, y los tirantes -que no debes olvidar-
y la navaja. Se lo tragó todo y lo metió en sus armarios interiores, cálidos y oscuros, luego se
relamió los labios... así, y dio tres vueltas sobre la cola.
Pero tan pronto como el Marinero, que era hombre de sagacidad y recursos infinitos, se
encontró de verdad en los armarios interiores, cálidos y oscuros de la ballena, empezó a
pisotear y a saltar, a aporrear y a chocar, a brincar y a bailar, a golpear y a retumbar, y
golpeaba y mordisqueaba, saltaba y se arrastraba, merodeaba y aullaba, saltaba a la pata coja y
abajo se venía, gritaba y suspiraba, gateaba y vociferaba, andaba y brincaba, y bailaba danzas
marineras donde no debía, y la ballena se sintió muy mal de verdad (¿Has olvidado los
tirantes?)
Aquí está la ballena buscando al pececillo astuto que está escondido debajo del umbral
del ecuador. Se llama Pingle. Está escondido entre las raíces de las grandes algas que crecen
delante de las puertas del ecuador. He dibujado las puertas. Están cerradas. Siempre
lo están, porque una puerta debería estar siempre cerrada. Eso como una cuerda que cruza
es el propio Ecuador. Las cosas con aspecto de rocas son los dos gigantes Moar y Koar,
que mantienen el orden en el ecuador. Ellos dibujaron las imágenes sombreadas en las
puertas del ecuador, y tallaron esos peces retorcidos de debajo de las puertas. Los peces
con pico se llaman delfines picudos, y los otros peces de extrañas cabezas se llaman
tiburones de cabeza de martillo. La ballena no encontró al pececillo astuto hasta que se le
pasó el enfado y entonces volvieron a ser buenos amigos otra vez.
Así pues, le dijo al pez astuto:
-Este hombre es muy correoso y además me da hipo. ¿Qué hago?
-Dile que salga -contestó el pez astuto.
Entonces la ballena, dirigiéndose por su propia garganta hacia sus entrañas, gritó al
marinero náufrago:
-Sal fuera y compórtate. Tengo hipo.
-¡Ni hablar! -respondió el marinero-. De eso nada, sino todo lo contrario. Llévame a mi
tierra natal y a los blancos acantilados de Albión, y lo pensaré.
Y empezó a bailar más que nunca.
-Sería mejor que lo llevaras a casa -le dijo a la ballena el pez astuto-. Debí haberte advertido
que es un hombre de sagacidad y recursos infinitos.
Así que la ballena nadó, nadó y nadó, con las dos aletas y la cola, y con toda la fuerza que el
hipo le permitía. Al fin vio la tierra natal del marinero y los blancos acantilados de Albión, se
lanzó hasta la mitad de la playa y abrió la boca más y más, de par en par, y dijo:
-Transbordo para Winchester, Ashuelot, Nashua, Keene y las estaciones de Fitchburg Road.
Y justo cuando dijo Fitch el marinero salió andando de su boca. Pero mientras la ballena
había estado nadando, el marinero, que era, en verdad, una persona de sagacidad y recursos
infinitos había cogido la navaja y cortado la balsa convirtiéndola en una reja cuadrada con los
tablones todos bien cruzados y la había atado firmemente con los tirantes (¡ahora ya sabes por
qué no tenías que olvidarte de los tirantes!) y la arrastró bien sujeta hasta la garganta de la
ballena y ¡allí quedó empotrada! Entonces recitó el siguiente Sloka, que, como no lo conoces,
pasaré a relatarte:
Por medio de un enrejado
con tu tragar he terminado.
Pues el marinero era, además, de la Hibernia. Y salió andando por los guijarros de la playa y
se fue a casa con su madre que le había dado permiso para hacer surcos en el agua con los
dedos de los pies, y se casó y vivió feliz desde entonces. También se casó y fue feliz la
ballena. Pero desde aquel día, la reja de la garganta, que no podía expulsar tosiendo ni tragar,
no le permitía comer más que pececillos muy, muy pequeños, y por eso hoy día las ballenas
no comen nunca hombres, niños ni niñas.
El pececillo astuto fue a ocultarse en el barro, bajo los umbrales del ecuador porque tenía
miedo de que la ballena estuviera enfadada con él.
El marinero se llevó a casa la navaja. Cuando salió y se puso a caminar por los guijarros de
la playa llevaba puestos los pantalones de lona azul. Los tirantes, como sabes, los dejó
sujetando la reja. Y aquí se acaba el cuento.
Cuando los ojos de buey de la cabina los mares tornan verdes y oscuros, cuando el barco se estremece y se inclina, y a deslizarse empiezan los baúles, y el camarero se cae en la terrina, cuando cual ovillo en el suelo la nana yace, y mamá te dice que la dejes quieta y dormidina, y tú no estás despierto, ni aseado, ni vestido. Bueno, pues por si no lo habías adivinado, entonces sabrás que en la Cincuenta Norte y la Cuarenta Oeste estás.

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