lunes, 18 de junio de 2007

ANATOLE FRANCE La Rebelión de los Ángeles


Anatole France

(Seudónimo de Anatole François Thibault; 1844-1924) Escritor francés, nacido en París y fallecido en La Béchellerie (Saint-Cyr-sur-Loire). Se crió en la librería de su padre, que estaba situada en la acera opuesta al Louvre, de forma que su vocación por las letras fue natural. Comenzó su carrera literaria como poeta de la escuela parnasiana, con unos versos fríos, atildados, casi de orfebrería. Su primer libro, después de un ensayo sobre Alfred de Vigny (1868), fue Poèmes dorés (Poemas áureos, 1872).

Pronto abandonaría la poesía por la prosa y durante veinte años se hallaría bajo la influencia de Ernest Renan, el autor de la polémica Vie de Jésus, siendo los dos fundamentos de su filosofía el amor a la razón y el amor a lo bello. Jamás dejaría de reverenciar el espíritu latino, la tradición clásica del orden, la compostura, la claridad y el buen gusto. Su instinto era hedonista, pagano, escéptico y humanista. Poseía poca o ninguna predeterminación moral, aunque no fuera indiferente a la fe ingenua del campesino, ni al san Francisco de Asís medieval, ni a las enseñanzas de Jesús. Lo suyo era el epicureísmo del Renacimiento, de la decadencia romana, y Epicuro y Petronio, Villon y Rabelais.

Personalmente era alegre, ingenioso, afable, parlanchín y cínico. Su conversación era una compleja mezcla de ironía, ternura, sensualidad, amor a la belleza, sabiduría mundana, salpicada de alusiones literarias, principalmente clásicas. El ácido escepticismo del siglo XIX había corroído todas sus creencias y lo había convertido en el escéptico más acabado de la literatura francesa desde Montaigne y Voltaire. Una vez había escrito: «Todas las mentes más excelsas de nuestra raza han sido escépticas». Añadía a su irónico escepticismo una elegante y despreocupada indiferencia, y una tolerante y simpática comprensión para todo, sin dar particular importancia a nada. La historia de la humanidad la expresaba en pocas palabras: «Nacieron, sufrieron y murieron».

Casado con Valérie Guérin, después de su divorcio en 1892 el gran amor de su vida fue madame Arman de Caillavet. Recibió muchos honores. Su novela Le crime de Sylvestre Bonnard (El crimen de Sylvestre Bonnard, 1881) fue premiada por el Instituto Francés; luego de haber publicado La rôtisserie de la reine Pédauque (El figón de la reina Pédauque, 1893), Le lys rouge (El lirio rojo, 1894) y Le jardin d'Epicure (El jardín de Epicuro, 1894), obras que contenían la esencia de su filosofía, fue elegido miembro de la Academia Francesa. En 1921 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura. Al año siguiente sus libros eran puestos en el Índice por la curia romana.

Como crítico era impresionista, y afirmaba la inevitable subjetividad de cualquier juicio. Atacó la superstición, la intolerancia, la demagogia y la dictadura, y defendió la libertad de pensamiento, la ciencia y la educación liberal. Abogó también por la educación de las masas, la separación de la Iglesia y el Estado, la reforma social y los derechos de las minorías. Amigo del famoso socialista Jean Jaurès, denunció con él y con Émile Zola el fraude de la justicia en el asunto Dreyfus.

Sus últimos libros fueron sátiras sociales: L'île des pingouins (La isla de los pingüinos, 1908) y La révolte des anges (La rebelión de los ángeles, 1914). A su muerte se declararon en Francia funerales nacionales, pero su reputación declinó luego rápidamente, y su frío intelectualismo y su escepticismo le hicieron perder actualidad.


La rebelión de los ángeles

CAPITULO PRIMERO
Que contiene en pocas líneas la historia de una familia francesa, desde 1879 basta nues-tros días.

El hotel D'Esparvieu yergue sus tres pisos austeros a la sombra de San Sulpicio, en-tre un patio verde y musgoso y un jardín de vez en cuando estrechado por las edificaciones cada vez más elevadas y más próximas, en el cual dos añosos castaños alzan aún sus copas marchitas. Allí vivió, desde 1825 a 1857, Alejandro Bussart D'Esparvieu, que dio lustre a su familia y fue vicepresidente del Consejo de Estado con el Gobierno de julio, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, y autor del Estudio acerca de las instituciones civiles y religiosas de los pueblos, en tres volúmenes en octavo; obra que, por desgracia, quedó sin terminar.

Este eminente teórico de la monarquía liberal dejó por heredero de su sangre, de su fortuna y de su gloria, a Fulgencio Adolfo Bussart D'Esparvieu, senador bajo el segundo Imperio quien acrecentó considerablemente su patrimonio con la compra de terrenos que más adelante serían cruzados por la avenida de la Emperatriz, y pronunció un discurso no-table en defensa del poder temporal de los Papas.

Fulgencio tuvo tres hijos: el mayor, Marcos Alejandro, que ingresó en el Ejército y llegó a general, hablaba bien; segundo, Cayetano que no reveló ninguna especial aptitud, solía vivir en el campo, domaba potros, iba de caza o se entretenía con los pinceles y con la música; el último, Renato que desde su infancia fue inducido a seguir la carrera de la Ma-gistratura presentó la dimisión de su cargo para librarse de aplicar los decretos de Ferry acerca de las Congregaciones y cuando más adelante vio renacer bajo la presidencia de Fa-lliéres los tiempos de Decio y de Diocleciano, puso toda su ciencia y su actividad al servi-cio de la Iglesia perseguida.

Desde el Concordato de 1801 hasta los últimos años del segundo Imperio, los D'Es-parvieu sólo iban a misa por fórmula. Eran escépticos en el fondo, pero consideraban la religión indispensable para gobernar. Marcos y Renato fueron los primeros de su familia que mostraron una devoción sincera; el general, cuando era coronel, consagró su regimiento al Corazón de Jesús, y observaba tan fervorosamente las prácticas religiosas que hasta entre los militares sobresalía, a pesar de ser muy sabido que la piedad, hija del Cielo, eligió para su residencia predilecta sobre la Tierra el corazón de los generales de la tercera República. La fe tiene sus vicisitudes; durante el antiguo régimen el pueblo fue creyente, pero no lo fueron la nobleza ni la burguesía letrada, y durante el primer Imperio todo el ejército era impío. Ahora el pueblo no cree en nada y la burguesía, propensa a creer, a veces lo consi-gue como lo consiguieron Marcos y Renato D'Esparvieu; sólo su hermano Cayetano, hidal-go rural, no dejó de ser agnóstico, palabra con que las personas de buenos modales disfra-zan el odioso calificativo de librepensador, y al declararlo sencillamente contravenía los usos que prohiben ostentar ciertas convicciones. En nuestro sigo hay tantas maneras de ser creyente y ser incrédulo, que los futuros historiadores han d1 verse muy apurados para dife-renciarlas. Pero ¿se desenmaraña mejor el estado de las creencias en los tiempos de Ambro-sio y de Símaco?.

Además de su catolicismo ferviente, Renato D'Esparvieu tenía muy arraigadas las ideas liberales que sus antepasados le transmitieron como una herencia sagrada. Obligado a combatir a la República atea y jacobina, seguía declarándose republicano, y en nombre de la Libertad reclamaba la independencia y la soberanía de la Iglesia. Cuando se pro movie-ron los reñidos debates de la separación y de las contiendas de los inventarios, los sínodos de obispos y las asambleas de fieles se reunían en su casa.

Mientras en el amplio salón verde se agrupaban los jefes más ilustres del partido ca-tólico: prelados, generales, senadores, diputados, periodistas; mientras todas aquellas almas se sometían a Roma con obediencia humilde; mientras el señor D'Esparvieu, de codos sobre el mármol de la chimenea, combatía el derecho civil con el derecho canónico y protestaba elocuentemente contra el despojo sufrido por la Iglesia en Francia, dos rostros antiguos, mudos, inmóviles, contemplaban la moderna asamblea. A la derecha del hogar y pintado por David, el de Román Bussart, labrador de Esparvreu, con aspecto rudo y artero, algo socarrón; y no le faltaban motivos para reír en aquellas circunstancias, porque había cimen-tado la fortuna de la familia con la compra de bienes de la Iglesia; y a la izquierda, pintado por Gerard, en traje de gala, cubierto de condecoraciones, el hijo del labrador, barón Emilio Bussart D'Esparvieu, prefecto del Imperio y después canciller de Carlos X, que al morir en 1837 era mayordomo de su parroquia y en su agonía recitaba los versitos de La doncells, de Voltaire.

Renato D'Esparvieu se había casado en 1888 con María Antonieta Coupelle, hija del barón Coupelle, dueño de una metalúrgica en Blainville (alto Loira); dicha señora presidía la Asociación de Madres Cristianas desde 1903, y este matrimonio modelo casó a su hija mayor en 1908 y conservaba a su lado una hija y dos hijos.

El menor, León, de seis años, tenía su alcoba entre la de su madre y la de su herma-na Berta. Mauricio, el mayor, se alojaba en un pabelloncito compuesto de dos habitaciones, en el fondo del jardín y gozaba allí de una libertad que le hacía soportable la vida de fami-lia. Era un muchacho bastante guapo, elegante sin afectación manifiesta, y sus labios sabían sonreír amablemente.

A los veinticinco años Mauricio profesaba las doctrinas del Eclesiastés. Seguro de que el hombre no saca ningún provecho de los trabajos de este mundo evitaba todo genero de molestias. Desde su más tierna infancia, este hijo de familia, hizo todo lo posible para no estudiar, y se mostró refractario a las enseñanzas de la Escuela de Derecho, donde obtuvo, a pesar de todo, el título de doctor.

Ni defendía pleitos ni tomaba parte alguna en las actuaciones; no sabía nada ni que-ría saber nada; nunca se rebeló contra la simpática limitación de su inteligencia, y su afor-tunado instinto le indujo a mantenerse dentro de sus cortos alcances en vez de aspirar a una ilusoria comprensión.

Mauricio había recibido del Cielo, según opinaba el reverendo padre Patouille, los beneficios de una educación católica. Desde su infancia la devoción se le ofrecía en ejem-plos domésticos, y cuando al salir del colegio se matriculó en la Escuela de Derecho, tuvo la fortuna de ver en su propia casa la ciencia de los doctores, las virtudes de los confesores,

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2 comentarios:

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